sábado, 27 de marzo de 2010

Educación y política en "Nuestra América", de José Martí.




En términos generales podemos afirmar que la educación es un instrumento social que sirve a la reproducción de la cultura. Por esto, considerando a la actividad política como un elemento de la cultura, tenemos que una educación adecuada es indispensable para hacer una buena actividad política. Desde Platón, se ha evidenciado esta estrecha relación entre educación y política. Y no es la excepción en la historia de nuestra América, desde la Independencia hasta la actualidad: la educación sigue siendo ese instrumento eficaz de conformación social.


En las siguientes líneas concentraré mi atención en el siglo XIX americano, y particularmente, hacia su final, con la aparición del texto "Nuestra América", de José Martí. Pretendo dar una descripción muy general de las características que en el siglo XIX tuvo la relación entre educación y política en la América Independiente y, de la propuesta que hace José Martí en su texto, que considero la más adecuada y todavía vigente.


Emancipación política vs. emancipación cultural.
Las revoluciones de independencia en América a principios del siglo XIX tuvieron el objetivo primordial de poner término a tres siglos de sometimiento del poder español sobre las distintas clases sociales que durante ese tiempo existían al interior de los virreinatos. Tal objetivo fue logrado, a medias, con el ascenso al poder de un gobierno republicano representado por criollos y mestizos, anteriormente relegados del ejercicio político. Sin embargo, esta nueva situación política de América planteó a sus individuos ciertas dificultades, tanto de orden práctico como filosófico.


Entre las dificultades de orden práctico se hallaba el modo como deberían constituirse los nuevos estados nacionales; entre las filosóficas, y estrechamente relacionadas con la anterior, estaba el problema de la definición identitaria como "hombres americanos". Tales hombres buscarían la solución al problema mirando hacia afuera, hacia Europa, hacia sus modelos políticos y culturales. Ya no a España, pero sí a Francia, Inglaterra y, posteriormente, a Estados Unidos. Las ataduras económicas y políticas, rotas en la lucha independentista habían dejado intactas, sin embargo, las ataduras mentales, ideológicas. Mentalmente, la América de habla hispana seguía siendo una colonia. Y en este afán por adoptar los valores europeos y participar en la historia universal, el hombre americano pondrá especial cuidado en la educación.


El doctor Mario Magallón explica la razón de esta tendencia hacia la educación:


"¿Por qué esta urgencia de reeducación de los latinoamericanos? Por la razón de que la América Latina había sido educada en la esclavitud y servidumbre, y sólo la educación propiciaría las vías para cortar los grilletes de una educación impuesta, por una autoimpuesta con sentido liberador" (Magallón, 1991: 116).


La situación de esclavitud que había marcado históricamente el carácter y las mentes de los hombres, obligaba a una "reeducación", o "educación autoimpuesta". La libertad consistía sólo en elegir entre los modelos de vida ya existentes, y no en "crear" modelos propios. Modelos de sociedad y de humanidad.


La filosofía europea que mayor influencia tuvo en la América del siglo XIX fue el "positivismo". Pensadores como Gabino Barreda y Justo Sierra, en México, o Juan Bautista Alberdi y Domingo Sarmiento, en Argentina, fueron de los representantes más identificados con esta filosofía. Pero, en éstos, empezó ya a privar el afán por imitar a Estados Unidos. Pretendían, en cierto modo, que América entera fuera como Estados Unidos, si es que los países que la formaban querían ser partícipes del progreso. Sin embargo, el positivismo no logró germinar cabalmente en nuestras tierras:


"Esta doctrina no había hecho del latinoamericano el yanqui del sur, de Justo Sierra, y mucho menos los Estados Unidos de América del Sur, de Sarmiento; esto quiere decir que los filósofos de esa época reflexionaron y pensaron equivocadamente, porque la filosofía adoptada era extraña a su experiencia histórica" (Magallón, 1991: 120).


La toma de conciencia de este error significó el despegue del verdadero filosofar latinoamericano, es decir, el que atiende a las propias circunstancias históricas y se cuida de no imitar sino, cuando mucho, "asimilar", en el sentido que a este témino le ha dado Leopoldo Zea. Significó la aparición de pensadores como Antonio Caso y José Vasconcelos en México; de Manuel Ugarte en Argentina; Manuel González Prada en Perú; y del cubano José Martí (Magallón, 1991: 122). De este último nos ocuparemos a continuación de manera especial.




Perspectiva de la Educación en "Nuestra América".
El texto que mejor resume el pensamiento político de José Martí es "Nuestra América". Publicado en 1891, contiene mucho del espíritu del pensamiento latinoamericano del siglo XIX, es decir: la preocupación por definir una forma de vida política propia, a través del establecimiento de un modelo educativo pertinente. Lo que distingue a este texto de otros del siglo XIX, pues corresponde con una expresión "tardía" del pensamiento independentista (la de la emancipación de Cuba, que aún se hallaba entonces bajo el poder español), es su mayor madurez. Aprovechando la experiencia histórico-cultural de otros países de latinoamérica, el pensador cubano buscará, antes que nada, una educación y una política que sean un reflejo de las condiciones reales latinoamericanas. El ánimo que orienta el pensamiento martiano en los rubros mencionados fue, sobre todo, la consolidación de un autoconocimiento.


"[...] el buen gobernante en América no es el que sabe cómo se gobierna el alemán o el francés, sino el que sabe con qué elementos está hecho su país, y cómo puede ir guiándolos en junto, para llegar, por métodos e instituciones nacidas del país mismo, a aquel estado apetecible, donde cada hombre se conoce y ejerce, y disfrutan todos de la abundancia que la naturaleza puso para todos en el pueblo que fecundan con su trabajo y defienden con sus vidas" (Martí, 2004: 58).






Este conocimiento sobre los propios elementos había sido ignorado por los dirigentes políticos que tomaron las riendas de los nuevos estados nacionales latinoamericanos. Contrastando esta actitud incluso con la de algunos hombres de la época colonial (como Vasco de Quiróga en la Nueva España, por ejemplo), que intentaron la educación de los indígenas respetando lo más posible sus propias costumbres y creencias. El siglo XIX significó más bien la violentación de las costumbres, creencias y formas de organización de los "hombres naturales" latinoamericanos, con la imposición ideológica del positivismo.


Sin embargo, estos hombres naturales acabaron por vencer sobre la imposición cultural. Pero, esta victoria, efectuada en el terreno de los hechos, no tenía su respectiva expresión cultural. El fracaso mismo de la imposición cultural europea y norteamericana (su incapacidad de integrar a los pueblos latinoamericanos en el "progreso") es un efecto de la victoria del hombre latinoamericano. Su lucha equivale tan sólo a una "resistencia", sin ninguna aportación productiva aún.


"[...] el libro importado ha sido vencido en América por el hombre natural. Los hombres naturales han vencido a los letrados artificiales. El mestizo autóctono ha vencido al criollo exótico. No hay batalla entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza" (Martí, 2004: 58).


Es preciso aclarar que el sentido que Martí da al concepto "hombre natural" no corresponde con el dado por el pensamiento europeo, de un individuo salvaje, incapaz de hacer la historia o la civilización. Más bien, Martí emplea estos términos para referirse a los individuos y colectividades de América que irrumpen en la historia resistiéndose a la imposición cultural y política europea. Para Martí no existe ese "buen salvaje" rousseaniano en América, el bárbaro, sino individuos y colectividades que tuvieron una historia truncada por el poder de occidente. Pero, ante esa situación, el hombre natural se indigna y protesta.


Los "letrados artificiales" fueron aquellos, criollos o no, que importaban las ideas occidentales que justificaban cierto modelo de vida política para América, pero, como ya se mencionó antes, inadecuado para las condiciones sociales, culturales, psicológicas incluso, de los pueblos americanos. Es por esta inadecuación el fracaso de dichos modelos, sobre los que el hombre natural, con su tradición cultural oral acaba por imponerse.


Arturo Andrés Roig, en un texto titulado "Ética y liberación: José Martí y el 'hombre natural'", alude a la contraposición entre tradición oral y tradición escrita, en "Nuestra América", en relación con el concepto de hombre natural:


"[...] Con él nos está hablando de un sujeto de derecho, enfrentado a un derecho, el establecido y expresado en los libros, es decir, un derecho, éste último, que goza de la fuerza institucional de la letra escrita; se trata, en otras palabras, del destructor de una eticidad que desde su ser 'natural' propone una nueva eticidad necesaria para un despliegue de la libertad humana".


Así, pues, el hombre natural de Martí es un agente histórico, a través del cual se despliega la libertad humana. Esto significa, en términos culturales, la transformación de lo oral hacia lo escrito, y no la imposición de éste sobre aquel. En términos éticos, Roig expresa la libertad en la contraposición de la moralidad y la eticidad, que se realiza en la transformación de la primera hacia la segunda, a través de su codificación cultural en el lenguaje. El desarrollo cultural propuesto por Martí tiene por base esencial la condición humana e histórica propia de los pueblos latinoamericanos.


"La Universidad europea ha de ceder a la Universidad americana. La historia de América, de los incas a acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. [...] Injértese en nuestras Repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras Repúblicas" (Martí, 2004: 60).


He aquí lo que se mencionó más arriba como "autoconocimiento". Este debe ser el fin primordial de una verdadera educación. Conocer el mundo, sí, pero sobre la base sólida de un conocimiento propio. Así, los conocimientos y valores importados no se imponen o yuxtaponen a nuestra realidad, sino que son asimilados a nuestra propia mentalidad y carácter, tomando de ellos lo que primordialmente conviene a nuestras necesidades.


Del texto martiano podría interpretarse que, en realidad, lo político forma parte de lo cultural, que está subsumido por ello. Y si los hemos distinguido es tan sólo para destacar lo político, que aquí interesa sobre todo. La educación, por su parte, es el medio para reproducir la cultura o transformarla, por lo que se relaciona con lo político, lo artístico, lo económico, etc. Y para transformar es preciso el desarrollo de la creatividad. La educación autóctona propuesta por Martí debe aportar esta competencia de creatividad para el desarrollo de una cultura y una vida política propia.


"Los jóvenes de América se ponen la camisa al codo, hunden las manos en la masa, y la levantan con la levadura de su sudor. Entienden que se imita demasiado, y que la salvación está en crear. Crear es la palabra de pase para esta generación. El vino, de plátano; y si sale agrio ¡es nuestro vino!" (Martí, 2004: 64).


La asimilación de la cultura occidental debe ser sólo un paso en el camino hacia la construcción de la propia identidad nacional y latinoamericana. Sobre esta asimilación es preciso agregar el esfuerzo original, la creación, que tiene su fundamento en las necesidades propias y en las propias condiciones objetivas. Pero, sobre todo si se trata de la identidad latinoamericana (aunque también para el desarrollo de la identidad nacional), las naciones deben mantener relaciones muy estrechas, formando una sola entidad. Martí revive el sueño bolivariano de la unidad latinoamericana, en un contexto histórico en que lo fundamental es hacer frente común al imperialismo estadounidense, en tanto constituya un obstáculo para el desarrollo de las naciones latinoamericanas:


"Ya no podemos ser el pueblo de hojas, que vive en el aire, con la copa cargada de flor, restallando o zumbando, según la acaricie el capricho de la luz, o la tundan y talen las tempestades; ¡los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del recuerdo y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes!" (Martí, 2004: 56).




Conclusiones.
El proyecto educativo implícito en "Nuestra América", está directamente vinculado con un proyecto político. Se trata de crear modelos de sociedad originarios de la región latinoamericana, sobre la base del estudio y promoción de nuestra propia humanidad, de la cultura propia del hombre natural. Las sociedades latinoamericanas (y al decir esto incluimos sus gobiernos) deben ser reflejo, no fiel, pero sí predominante del ingenio de sus pobladores. El texto tiene el valor histórico de haber sido de los primeros en proponer semejante ideal, en medio de un afán de la época por imitar lo europeo, olvidando casi por completo la propia originalidad, viviendo una vida social y cultural ajena.


Es además destacable que su objetivo se haya extendido allende los límites nacionales, hacia una entidad regional compuesta por todas la repúblicas latinoamericanas, cuando otros se preocupaban tan sólo por sus asuntos internos. Y es de hecho esta consideración necesaria de la relación entre países latinoamericanos lo que le da más vigencia a las ideas plasmadas en el texto. Actualmente, los países latinoamericanos, a 119 años de la publicación de "Nuestra América", no han logrado aún esa unidad propuesta por Martí. Tampoco han consegido ese gobierno ni la cultura original que Martí propone. Por todo ello, la posibilidad de realización de las propuestas del texto sigue aún abierta.


En México, por ejemplo, a pesar del espíritu nacionalista que predominó después de la Revolución, no logró al final la creación de una cultura que alcanzara un valor de universalidad y la independencia en sentido económico está hoy muy lejos de haberse logrado. ¿Será necesaria, acaso, esa unidad latinoamericana de que habló Martí, para que su proyecto pueda ser factible en cada república?


La unidad latinoamericana se dará, tarde o temprano, y entonces, quizás se logren con mayor facilidad los ideales proyectados en "Nuestra América". Entonces, aparecerán con las nuevas formas de vida política y económica, una cultura propia.


Bibliografía:


1. Magallón, Mario. Dialéctica de la filosofía latinoamericana: una filosofía en la historia. UNAM. México. 1991.
2. Martí, José. Páginas escogidas. Ed. Época. México. 2004.


Páginas web:


Roig, Arturo Andrés. Ética y liberación: José Martí y el hombre natural.








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